Nolito, inmigrante de Atlixco, le habla de tú a la alegría mientras se codea con el dolor y espera un trasplante de riñón
| Zaira Cortés / Nueva York |
Hay quienes donan alimentos para mitigar el hambre cada vez más cruda y más rabiosa. Otros donan los pocos dólares que les quedan en el bolsillo como si fueran monarcas que llevan la generosidad como corona. Otros más donan su tiempo y sus conocimientos, cual llamarada que no se extingue aunque los vientos de la muerte soplen fuerte.
Y luego está Víctor Oaxaca, que dona carcajadas hasta que las lágrimas brotan incesantes de los ojos como pequeñas cataratas del Niágara. Los estómagos duelen de tanta risa y pareciera que en cada retorcijón renace la esperanza.
El sonido del aplauso es la delgada línea que a veces se esfuma y ya nadie distingue dónde empieza el payaso Nolito y dónde termina Víctor, un maestro de la risa que se inventó un personaje disparatado porque se cansó de sufrir.
Y si alguien sabe de dolor es Oaxaca, condenado desde la adolescencia a una diálisis perpetua, tras sufrir una falla renal que más de una vez lo ha dejado entre la vida y la muerte.
Este inmigrante de Atlixco, Puebla, se codea con el dolor más agudo mientras espera un trasplante de riñón, a la vez que le habla de tú a la alegría más genuina. Así nació el personaje de Nolito, acunado en la tragedia y el hastío de años de tortura punzante en las camas de hospital.
Oaxaca, de 32 años y residente de Woodside comenzó por ocultar su tristeza bajo gruesas capas de maquillaje, pelucas extravagantes y gafas descomunales; pero Nolito terminó por convertirse en su salvavidas incluso al concluir el show, cuando las luces se apagan y ya no hay nadie mirando.
“Es gracioso como la tragedia al final forjó un proyecto de comedia”, comentó Oaxaca al recordar sus días como payaso novato, hace cuatro años, tras una recaída que lo mantuvo hospitalizado por semanas.
Oaxaca emigró de Atlixco con su hermano y su madre para encontrarse con su padre en Nueva York. Poco después un examen médico de rutina reveló que ‘Nolo’, como lo llama su abuela desde niño, padecía una falla renal.
Pese a que los especialistas trataron de remediar con potentes medicamentos el daño en los riñones que sufrió desde la infancia, Víctor fue diagnosticado con insuficiencia renal crónica en 2009 y desde 2010 se somete a una diálisis tres veces por semana.
“Alguna vez le supliqué a mis padres que me dejaran morir”, narró el comediante. Ya no piensa así. Vivir en plenitud y dar lo mejor de sí a los demás es su propósito incluso si es preciso navegar las aguas turbias de la pandemia de coronavirus.
Nolito es conocido por su estilo espontáneo y su habilidad nata para mantener la atención del público más difícil de atraer: los niños.
Anclados a la tecnología y con acceso a una gama amplia de entretenimiento en línea y contenido digital, los niños hispanos criados en Nueva York son cada vez menos propensos a inclinarse por la comedia tradicional y el humor blanco.
La pandemia de coronavirus cambió el terreno de juego y Víctor aprovechó la cuarentena para cerrar la brecha en su conocimiento sobre la transmisión en vivo, una herramienta que lo ayudó a conseguir una legión de “Nolito lovers” en solo días.

Carcajadas que sanan una herida fresca y abierta
Decía Friedrich Nietzsche que el hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa. Eso es lo que Nolito ha hecho en las últimas semanas con verdadera maestría. El personaje que Víctor creó le ofrece a los niños y a sus padres el alivio de la risa valiéndose de transmisiones en vivo y videos en Youtube.
Oaxaca divide su día entre saludos a los cumpleañeros de la semana, mensajes de aliento a los que desfallecen y una rutina para entrenar a su gato Pelusa, que se resiste a ser parte del show que tanto alegra a la Gran Manzana. Sigue acudiendo a la diálisis obligatoria, aunque ahora en un hospital de Brooklyn puesto que el hospital Elmhurst en Queens fue uno de los primeros en saturarse de casos de Covid-19.
Nolito no cesa su labor de sembrar alegría en un campo de desesperanza, incertidumbre y muerte. Como buen agricultor sabe que esa tierra que ahora parece infértil pronto dará fruto.
“A los niños les encanta, disfrutan el show como si fuera lo mejor de su día. Me han enviado fotos donde se les ve sosteniendo sus palomitas a la espera de que inicie el espectáculo. Y los niños contagian a los papás de alegría”, contó Oaxaca. “Para mí es una gran paga, me queda la satisfacción de hacer reír al menos por un momento a una familia que a lo mejor no sabe cómo pagar la renta ese mes. La gente agradece el show, siempre se quedan con ganas de más”.
Víctor vive del entretenimiento, una industria que se fue en picada tras el cierre de negocios no esenciales en el estado de Nueva York. No se lamenta de la pérdida de ingresos y contratos, por el contrario, la pandemia lo llevó a rebuscárselas para que Nolito siga vivo en los corazones de su público.

A diferencia de otros compañeros del gremio que se dejaron vencer, Nolito ve en las herramientas digitales una forma de mantenerse vigente a la vez que dona su talento a los hijos de una generación de mexicanos que creció con personajes tan ilustres como Cepillín.
Hacer reír cuando se sufre
El abuelo de Víctor, de 80 años, contrajo el virus y la familia se preparaba para lo peor. La frágil salud del patriarca de los Oaxaca oscureció la alegría en el hogar de esta familia poblana, aunque una vez más la vida les tenía una sorpresa.
“Mi abuelo renació, se recuperó de la enfermedad contra todo pronóstico, está como una roca”, dijo Víctor con un matiz de alegría en su voz. “Claro que hay razón para agradecer, hay razón para reír y hacer reír”.
Author Profile

- Periodista digital, ilustradora y escritora originaria de Puebla y radicada en la ciudad de Nueva York. Desde 2010 ha colaborado en distintos medios neoyorquinos en español como reportera y productora de contenidos digitales. En 2016 fue reconocida con un premio Ippies por CUNY Graduate School of Journalism por su aporte al periodismo étnico.
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