“Administrar” las verdades de hecho o mentir a secas son recursos de gobierno más bien antiguos
DECISIÓN DE GOBIERNO Y GENTE QUE ANDA POR LA CALLE
Jonathan Molinet
“Administrar” las verdades de hecho o mentir a secas son recursos de gobierno más bien antiguos. Al igual que la asociación con el principio de gobierno consistente en afirmar que el sentido remite a quien manda. Las crisis sanitarias o económicas, a veces, resultan ocasiones precisas para poner en marcha distintos procedimientos para orientar —¿mejor, desorientar?— la conducta de quienes andamos por la calle. Está por verse con qué éxito, la efectividad de los recursos gubernamentales y de los principios de su aplicación no depende de su antigüedad. ¿Las mentiras y la superstición contribuyen a la dictadura?
La pandemia en curso, tan seria, es más que amenaza sanitaria. Actúa en combinación con los efectos económicos y políticos del gran confinamiento. Conecta, además, con decisiones de gobierno, ejecutadas durante los últimos treinta años corridos. Como la enfermedad es probable, por ejemplo, es razonable apostar sobre la piel de los demás.
Es una conocida apuesta de amigos del gobierno esbelto que reducen o declaran reducir el gasto público y facilitan los negocios privados de los “cuates”. Entre estos negocios, por ejemplo, la compraventa de seguros de gastos médicos mayores son un renglón interesante. Vivimos, así, una amenaza sanitaria amplificada. En los sistemas políticos donde está en marcha la comunicación que “administra” datos o los inventa —sea como decisión de gobierno, sea como estrategia de la oposición—, ha aumentado la extensión y la profundidad de esta manera de pensar, en general, y de actuar políticamente, en particular.
Para Importantes decisores gubernamentales, dirigentes de partidos políticos, y de movimientos y contramovimientos sociales han cambiado los fundamentos de la relación de gobierno. Los vínculos de distinto tipo que unen a los gobernantes y los gobernados sobre la base de la autoridad política dependen de una función referencial alterada. El objeto, por ejemplo, la extensión o efectos de la pandemia, no existe objetivamente. El objeto, desde este punto de vista, es resultado de los mensajes.
Desde los movimientos antivacunas, por ejemplo en Italia o en Polonia, este tipo de comunicación política adquiere relevancia porque preserva o amplía la base social y electoral, también la moviliza en marchas, mítines, etc.; además, alista y orienta distintos interesados. Resulta así, un efecto de conjunto, la vida social transcurre al borde del enfrentamiento, a la sombra de alguna guerra civil. Retorna la conocida amenaza del enfrentamiento, la stasis. Actualmente, y no sólo en Brasil o Estados Unidos, asistimos a un variedad de antigobiernismo visceral donde quienes aseguran las servidumbres de los demás, atruenan la red a nombre de su capricho como si fuera libertad. “Déjennos hacer dinero, a nosotros, que podemos, seamos libres todos, acabemos con las reglas.” Este es el doble exacto de las mentiras y la superstición.
En la pandemia, van juntos el miedo, la capacidad prácticamente nula para demandar servicios médicos, la experiencia subjetiva de la salud, y la urgencia de ir cada día a ver qué sale en el mercado laboral. Con esta suma de factores, hay muchos que confían en los poderes curativos del ajo crudo, algún té, o de tantos otros remedios para “curar” o “prevenir” el síndrome de insuficiencia respiratoria aguda, la existencia de cuyo agente llega a ser negada enfáticamente. Vivimos sobre las ruinas de las promesas de la “igualdad de oportunidades” y del milagro de la “libre competencia guiada por los precios”.
Las promesas fueron anunciadas como una burda calca del modelo de ciencia asociado a una idea de racionalidad convertida en razón de estado. La comunicación política en cuestión tiene lugar dentro de un mundo de vida. Funciona porque el rechazo a los efectos del cambio de régimen no se limita a los portavoces del complejo de creencias, intenciones y deseos que, por simplicidad, se llama racionalidad; es el complejo mismo el que está confusa, pero firmemente en cuestión.
No es fácil pronosticar nada ahora. Basta con pedir atención a un rasgo distintivo de esta clase de comunicación. Pretender que hay un nexo causal entre los hechos como “administrados” y las mentiras; es decir, apelar a la superstición, en Brasil o en Estados Unidos, es una llamada a la dictadura, a la tiranía. El juego está abierto. Pero los dados están cargados. La serie 1, 3, 9, 27,… de contagios está desconectada del mundo vivido. Es posible mentir. Y si es posible mentir, es posible juntar votos o sabotear la lucha contra la pandemia desde el interior mismo del Poder Ejecutivo y romper la armonía de la división de poderes. O, sencillamente, donde el régimen parlamentario lo permite, por ejemplo, en España, ver si se puede adelantar las elecciones. Todo ocurre en las “redes”, ¿no?
En vísperas de la segunda guerra mundial, bajo la forma de “crisis de las ciencias europeas” fue puesto de relieve cómo la pérdida de significación de la práctica científica para la vida y la forma misma de la cientificidad y su construcción de la objetividad, entrañaban un serio debate sobre nuestra civilización. ¿Éste es el fondo de la amplificación de la pandemia? ¿Todavía hay tiempo, modo y manera para la reflexión filosófica? ¿Qué problema civilizatorio estaba más o menos latente y la pandemia ha abierto?
¿Quién dijo?
“Le aseguro que los problemas de teoría de juegos estaban mal planteados. La verdad, no sé si a propósito. Pero pasé como dos años calificando exámenes de ésos en Estados Unidos…” La voz, en el teléfono, explicaba que no tenía trabajo ni allá ni aquí. Dejó la universidad estadounidense donde iniciaba su carrera porque tenía la ilusión de trabajar en México con una plaza ganada por concurso. “Las preguntas de derecho eran en extremo especializadas, como hechas adrede para que una sola persona, que ya sabía, pudiera contestarlas”, agregó.
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- Fue profesor en la ENAH, la UAM, el ITAM y FLACSO. Estudió filosofía y políticas públicas.
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